Hoy es el cumpleaños 69 de Ana. Está en su casa, sola, dolorida. Con 135.390 casos de coronavirus activos, lógicamente pasará el resto del día –y los siguientes– en su casa. Hace dos meses tuvo una caida cuyas consecuencias en su cuerpo aún desconoce con exactitud. En ese momento, quiso sacar un turno para atenderse con el sistema médico que argentina tiene para sus jubilados, el PAMI, pero no se lo otorgaron. Coronavirus, prevención, selección, dijeron.

Finalmente, le dieron un turno para este mes. Noviembre. Ella no tiene auto, por lo que decidió tomar un taxi hasta el hospital porque tampoco tiene las fuerzas suficientes para subir a un colectivo. Al llegar, se encontró con las puertas cerradas por un paro improvisado. Así se desperdiciaron cientos de pesos en transporte. Dinero que se fue junto con todas sus energías.

Hoy, también, están velando a Diego Armando Maradona. La Plaza de Mayo desborda de gente. Sin barbijos, trepados a la Casa Rosada, amontonados. Desde ayer, ya no existe el coronavirus en Argentina. Lo único que se escucha en los medios son repercusiones tras la muerte del ídolo. Y si entrevistan a alguien en la calle, no se hace mención a la falta de cuidados y distanciamiento social. Hoy, parece que nada —ni nadie— más importa. Ni quienes necesitan atención médica, ni quienes están solos.

Hoy, quienes pasan la mayor parte de sus días aislados y cuidándose, acatando las órdenes del Estado, la moralidad propia y el respeto para con los demás; quienes perdieron a un familiar en la cuarentena y no pudieron participar del velorio, se sienten ridiculizados.

Hoy, hay piedra libre para todos.

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