House of Cards (Casa de Naipes, si lo prefieres), nos atrapó con tres temporadas de trece capítulos cada una. Nos deleita con un personaje principal complejo, frío y controlador que a la hora de lograr sus objetivos, simplemente no tiene limites: Frank Underwood.

La política de Estados Unidos no es patrón de guía para todas las naciones. Sin embargo, nada tranquiliza más que clasificar. Nos gusta identificar personajes y asimilarlos a la realidad. ¿Es acaso Francis uno de ellos?

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Luego de ver (aprox) 2301 minutos de chantajes y manipulación, comienzas a preguntarte si cada uno de los políticos del país son un reflejo de este enigmático personaje. De más está decir que quien no haya planteado esta situación en su mente antes de ver House of Cards fue demasiado inocente.

Producto de esta equiparación se produce cierta desconfianza. Comenzamos a ver más allá de las palabras superficiales que cada candidato emite intentando demostrar que el camino ofrecido es el único que nos permitirá la salvación.

“Hay muchas cosas sagradas a las que les tengo respeto, las reglas no están entre ellas”.

Votamos con la intención de que nuestros representantes garanticen el bienestar ciudadano y sus reformas se realicen siguiendo la línea de la moral y la ética. ¿Es posible traer esta oración a la realidad cotidiana?

El Estado es funcional a lo que necesita. Es imposible que los intereses personales no se combinen con la función del cargo que cada político ocupa. La objetividad tan idealizada que transita nuestras discusiones y charlas de café, no existe.

¿Acaso todos eligen la política para sentir el placer de tener poder? ¿Estan dispuestos a transgredir cada límite para lograrlo?

“Para aquellos que subimos a la cima de la cadena alimentaria, no puede haber misericordia. Sólo hay una regla: cazar o ser cazado”

Las palabras organizadas, correctamente empleadas permiten ejercer control sobre los sujetos, sin que ellos mismos lo adviertan. No solo a la población, sino también a sus colegas y rivales. El efecto recae en la habilidad retórica que poseen estas personas. Sus enunciados atraen y convencen. Y cuando no, intimidan y amenazan.

El largo trecho hacia el liderazgo absoluto esta forjado sobre a aquellas personas que fueron desechadas y quedan atrás. Ya sea por incompetencia o debido a que su potencial ha sido explotado al máximo, y sus habilidades ya no son requeridas.

Solo las personas más fieles y capaces acompañaran al político en cuestión, colaborando en su causa y deseando compartir al menos, un poco de su potestad.

Estrecha con tu mano derecha. Pero sostén una roca con tu izquierda.
Estrecha con tu mano derecha. Pero sostén una roca con tu izquierda.

No todos los ciudadanos se interesan en la política de su país. Existen quienes lamentan el día de votación. Una sección de la sociedad se enfada o deprime al no creer en el gobierno actual o en los candidatos que se postulan.

Otro sector es fácilmente maleable, es parte de la sociedad de masas. El hecho de permanecer al margen de los estudios y de una disciplina tan valuable como la Historia, que permite discernir y comparar a los candidatos actuales con otros momentos históricos del pasado, los condiciona totalmente.

Al momento de elegir a los representantes, muchos están convencidos de que su elección es la correcta. Aquellos cuya mano tiembla al ingresar la boleta a la urna, saben que su marca indica al “menos peor”. Hombre o mujer en quien depositan sus expectativas y mejores intenciones. Es la figura utópica del intendente, gobernador, o presidente, que conlleva los objetivos y funciones que según el diccionario debe cumplir.

“La democracia está tan sobrevalorada”

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Esperamos ansiosos la cuarta temporada. ¿Qué nos enseñará esta vez Francis?

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